No hay cielo como el de Quito

La fundación de Quito es un efeméride que despierta un sentir de pertenencia en propios y extraños, quienes se suman a la propuesta implícita de engalanar a la ciudad con los colores de su bandera y música tradicional. Tras 484 años de su fundación española, donde alberga a personas y familias que provienen de distintos lugares del mundo, que enriquecen la cultura de la ciudad denominada ‘Luz de América’.
Aunque la fecha de fundación oficialmente es el 6 de diciembre de 1534, la historia de ‘Kitu’ es milenaria. El mito del origen común de los pueblos originarios de los Andes refiere al cacique Tumbe como padre de Quitumbe y Otoya; ambos fueron sagaces exploradores que salieron en busca de nuevas tierras para establecerse. Quitumbe fundó distintas ciudades en su andar, mientras que Otoya pereció en manos de los ‘gigantes’ (referidos por distintas culturas e incluso en la Biblia). Entre los pueblos denominados por Quitumbe se encuentra la ciudad peruana de Tumbes, en honor a su padre, y la isla Puná, lugar en donde vio florecer al sagrado maíz y decidió tomar camino hacia la sierra.
Una curiosidad acerca de la fundación española de Quito es que, previo a la llegada de Benalcázar, Diego de Almagro ya realizó la creación de la ciudad, pero en otro lugar. La ambición de los conquistadores no tenía límites, dado el reconocimiento al que se hacían acreedores luego de una fundación, Almagro no dudó en levantar un acta el 16 de agosto de 1534 en la población que hoy se conoce como Colta, muy cerca de Riobamba, que se refería a la ciudad como ‘Santiago de Quito’, parroquia que existe hasta la actualidad en ese cantón chimboracense.
Sus leyendas
La identidad de la ‘Carita de Dios’ se forjó a través de sus personajes y sus relatos. Cantuña es quizá el personaje más emblemático de las leyendas quiteñas y es el protagonista de un relato único, que no ha logrado encontrar un símil previo o posterior en ninguna cultura o nación del mundo. El hombre que consiguió que el diablo construyera el atrio de un iglesia en una noche, sin entregarle nada a cambio, sigue llamando la atención de propios y extraños, luego de casi 500 años de vigencia. Si existen personas a quienes les ‘salva la campana’ a Cantuña ‘le salvó una piedra’; la piedra que le faltó al diablo para completar esta magna obra.
Así también apareció el ‘Padre Almeida’, el cual invitaba a la comunidad a tener un comportamiento correcto, quien aseguraba hablar con Cristo para llamar la atención de los infractores de la moral y las buenas costumbres.
Las leyendas quiteñas están atravesadas por dos elementos claves, que también son parte de la identidad capitalina: el arte y la fe. Son varios los relatos que hablan de apariciones, muertos que han vuelto a la vida, antiguos espíritus andinos y estudiantes cuyas novias fallecidas se les aparecen en el cementerio, los que han trascendido al pasar del tiempo y siguen siendo contados de generación en generación.